Van Mark Wahlberg con su ceño arruga, su hija (que está ahí solo para substituir a Megan Fox y a la rubia de la tercera), su novio conductor de rallys y el amigo surfero tontorrón-gracioso del prota, en un coche de rallys, a toda ostia por los campos de Texas, derrapando y saltando colinas. Les persiguen agentes del gobierno de una organización ultra secreta.
Llegan a un punto donde van de cabeza hacia unos tíos con metralletas, el coche pilla un bache, salta por los aires y le pega un puñetazo con la rueda a uno de ellos. UN PUÑETAZO. Con el típico efecto a cámara lenta de las pelis de boxeo. El tío escupe mientras se le deforma el moflete. El coche no es un transformer, es un coche normal y aun así le pega una señora ostia.”
Así es Transformers: La era de la extinción, absurda como pocas.
Para que os hagáis una idea, ver esta película es como leer un libro escrito todo en mayúsculas, con lenguaje sms (EI LOKO K ASES KON TU BIDA?) y que todas las frases acaben en exclamación. Además las paginas de ese libro estarían hechas de acero forjado y las letras grabadas con moto sierra. Tendría una extensión de 5000 paginas, ojo.
Transformers: La era de la extinción es eso, un libro muy pesado, imposible casi de leer y donde nada destaca porque todo explota, todo dispara, todo es ULTRA exagerado… Incluso para mi, “gran” fan del cine de Bay (incluso me llegó a gustar la segunda de transformers…) me ha resultado molesto el modo en que ha resuelto CADA plano de la película. Incluso en partes mas o menos cotidianas (por ejemplo el principio), los personajes intercambian palabras ridículas enfocados por planos ultra contrapicados y forzados. La cámara está tan loca, la historia es tan absurda y todo lo que intentan contarte es tan aburrido que cuando llegan las ostias ya has desconectado.
La sinopsis sería algo así como que después de lo acontecido en la tercera entrega el gobierno (o al menos una parte de este) decide que los trasformers no son bienvenidos a este planeta y ahora les dan caza (sean Autobots o Decepticons). Óptimus y compañía se ha dividido y escondido, mal heridos y derrotados. Un día el prota (Wahlberg dando más pena que en Ted o Max Payne) se topa con Óptimus Prime en forma de viejo y demacrado “18 Wheeler”, lo arregla y poco después aparece el gobierno para destruirlo.
Hasta aquí la película era simplemente absurda y aburrida (intentan contarte una historia que no le interesa a nadie sobre un padre viudo y protector cuidado de su hija adolescente. De hecho es el mismo papel que tiene Bruce Willis en Armagedon, con novio inaceptado de la hija incluido) pero de repente el protagonista decide comportarse como un autentico inútil para que la película “ocurra” y decide enfrentarse al gobierno y a todo lo que haga falta, poniendo en peligro de muerte A SU HIJA solo para salvar A UN ROBOT que acaba de conocer.
Así que como he dicho, lo que venía siendo una película absurda y aburrida pasa a ser una tomadura de pelo, con el grupo protagonista haciendo cosas que salen bien solo porque el guionista así lo quiere.
La historia que intentan contarte es de como el gobierno quiere fabricar transformers gracias a un nuevo material (con una especie de memoria genética y programable) que se sacan de la manga. Ojo a los científicos lumbreras, utilizan la cabeza de Megatrón. Un aplauso. Remarco lo de material con memoria genética.
Al lio se une un tercer bando liderado por un robot muy pepino (aunque a la hora de la verdad será tan buen guerrero como el guionista decida en cada momento), con una nave gigante y una bodega llena de dinosaurios (tal cual).
A todo este despropósito se le suma un multimillonario dueño de la empresa que pretende fabricar a los nuevos autobots (con el material con memoria genética y la cabeza de Megatron, repito). Su papel en la película es suplir el hueco que deja John Turturro, superando su histrionismo hasta niveles inimaginables, incluso en una película de Bay.
Lo peor de todo es que en el universo creado para la película (muy parecido al nuestro, pero que difiere en cuanto a normas básicas de la física y la lógica) hay tres tipos de personas en el mundo.
Están los tontos, que solo sirven para ser tontos y tener decisiones estúpidas. Hay muchos de ellos y los reconocerás porque suelen llevar la gorra para atrás e imitar al de Me llamo Earl. Algunos intentan despistarnos y pasarse al siguiente grupo, pero ninguno lo consigue.
Después están los graciosos que vienen a ser aquellos que solo servirán para los gags. Su único objetivo es hacer que te partas el ojete. Todos fallan estrepitosamente ya que no solamente cortan el rollo (son una especie de Jimmy Jump del cine) si no que encima acaparan minutos quitando a lo que de verdad te gustaría ver.
Por ultimo tenemos a los tipos serios sacados de cualquier serie tipo 24. Son tipos muy serios, de ceños fruncidos y planes globales, adictos a las conspiraciones y a los secretos. Kelsey Grammer se presta a interpretar a uno de ellos y el pobre no sabe donde se metió.
Estos tres grupos conviven en el mismo mundo y en la misma historia, se relacionan e interaccionan, pero sin salirse de su rol, creando un efecto similar al que sería meter a los de Dos tontos muy tontos en la peli del padrino…
Lo peor de todo es que esta cuarta entrega huele a nueva trilogía, con un nuevo arco que por mucho que lo intenten no lleva a nada. Han intentando subir el nivel de los enemigos para que la amenaza sea cada vez mayor pero lo único que han conseguido son villanos de pacotilla que mueren en la batalla final simplemente porque la película tiene que acabar.
Michale Bay hizo bien en deshacerse de Shia LaBeouf, Megan Fox y compañía, ahora solo tiene que dimitir y dejar la franquicia en manos de alguien que entienda lo que el publico que va a ver esta película quiere ver de verdad. Que aprendan de Pacific Rim, por ejemplo.
