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“En Solitario”, y mucha agua

Últimamente las películas francesas me están gustando mucho. No quiero decir que antes no me encandilaran, si no que las veía más del montón. Pero los cineastas franceses se están cargando las pilas, y están creando unos guiones muy potentes. No sólo en comedia o románticas, si no también en drama. En este caso os quiero hablar de la película “En Solitario” (o “En Solitaire” originalmente).

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Trata la historia de Yann, un hombre que cumple su sueño al poder participar en el “Vendeé Globe“: es la vuelta al mundo en velero, completamente en solitario y sin escalas. Yann es un hombre ambicioso y apasionado del mar, que saber superar cualquier riesgo, y el hecho de estar solo, no le da ningún miedo. Parece un hombre sin sentimientos y frío, menos en los momentos en que mantiene conversaciones con su novia y su hija. Yann es un hombre competitivo, y lo demuestra escalando posiciones día tras días, acercándose a la primer posición del campeonato.

Todo va viento en popa hasta que… se encuentra un joven polizón en su barco. ¿Qué es un polizón? Pues es cuando se transporta a alguien de forma furtiva o ilegal, de un lugar a otro, ya sea por avión, coche o barco. Y eso es lo que le pasa a Yann: se encuentra a un joven chico de Mauritania en su barco. Si alguien lo descubriera lo podría descalificar, y perdería todo el trabajo hecho. ¿Qué hará Yann delante de esta situación? Aaaah amigos. Ir al cine y lo sabréis!

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La película se sustenta básicamente por el personaje de Yann interpretado por François Cluzet, uno de los mejores actores franceses que existen en este momento. Por ahora se le conoce sobre todo por interpretar al tetrapléjico de “Intocable“, pero también tuvo un papel importante en “Pequeñas Mentiras sin importancia” (ambas películas, muy recomendables). Su brillante interpretación no se puede apreciar del todo en la película, ya que hay más movimientos de marea que de diálogo, pero el hecho de crear un personaje que despierte la competitividad además de la frialdad de estar sólo, no es tán fácil como parece. Es por eso que Cluzet es el alma de esta película, a parte de la belleza de Guillaume Canet, que se agradece cada plano en el que aparece (y si no sabéis quién es, ¿Qué hacéis aquí? ¡Ponerle cara ya!).