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‘Mad Men’ y ‘Breaking Bad’, dos series para leer

Por muchas ficciones que produzca, AMC se ha instalado en los corazones seriéfilos como la responsable de dos tótems. Efectivamente, serán ‘Mad Men’ y ‘Breaking Bad’ las series que aseguren al canal un lugar preferente en el imaginario popular. Ahora bien, aparte de su impacto crítico y de su ineludible legión de fans, ambas series suponen un ejemplo perfecto. ¿De qué? De cómo se puede construir una serie para que funcione, narrativamente hablando. Y, claro está, de cómo un espectador puede leer las series.

Las series son artefactos eminentemente narrativos. El núcleo sobre el que descansan siempre (salvo rarísimas excepciones) es un relato. La estructura de ese relato, el diseño de las peripecias y el estudio de los personajes condicionarán la experiencia del espectador. Y, por su duración en el tiempo y la división narrativa en episodios, la serie guarda una relativa semejanza con la experiencia del lector literario. De ahí que pensemos que la expresión de “leer las series” sea la más adecuada.

¿Qué dos maneras ponen de manifiesto las dos series emblema de AMC?

Mad Men, la serie poliedro

MadMen

‘Mad Men’ es una clara representante de lo que podríamos llamar la serie poliedro. Un poliedro es un cuerpo geométrico de varias caras. No tiene por qué moverse, y puede resultar complicado aprehender su plenitud de un vistazo. Algo muy parecido a lo que le sucede a la serie de los publicistas de Madison Avenue.

Lo que Matthew Weiner, responsable de ‘Mad Men’, propone es una estructura narrativa basada en los rasgos del poliedro. De esta manera, cada cara del entramado tiene relación con las otras, claro está. Pero solo se mueve en función de la mirada del espectador. ¿Se percibe de la misma manera a Betty Draper desde el punto de vista de Don, de sus hijos o del suyo propio? ¿Por qué hay tantos posibles protagonistas de la serie? ¿Don Draper, Peggy Olson, Pete Campbell, o un largo séquito de candidatos? Porque todo depende de la parte del poliedro observado.

Por ello, al leer las series de esta manera, no se percibe una narración fuerte, ni unos puntos de giro consolidados. Todo es mucho más sutil, más lento. Lo que en realidad sucede es el despliegue de un mapa, en el cual los espectadores exploran por su cuenta, sin una guía clara. De ahí que los niveles de lectura en ‘Mad Men’ sean tantos: todo depende del punto de vista desde el que contemplar la obra. Algo así como en un gran cuadro. ¿O acaso ‘El jardín de las delicias’ de El Bosco permite una lectura rápida y ordenada?

Breaking Bad, la serie rampa

BreakingBad

Con ‘Breaking Bad’ sucede algo completamente distinto. Existe un concepto narrativo claro (inserto en el propio título): algo así como “desviarse por el mal camino”. Vince Gilligan, creador de la serie, plantea un relato en el que todo lo que sucede ahonda en esa cuestión. Walter White, el indiscutible protagonista, transita por la serie como alguien que se tira por una rampa.

La rampa es, pues, la metáfora perfecta en este caso. En esta categoría, para leer las series, conviene tener en cuenta algo importante. La degradación o la redención, la autodestrucción o el renacimiento, son las dicotomías clave. Se puede ascender o se puede descender. En el caso de ‘Breaking Bad’, la cosa está clara: la bajada a los infiernos de su protagonista (y de quienes le rodean) es la apuesta narrativa. Sin trampa ni cartón. Y sin descanso.

 

Si en ‘Mad Men’ todo dependía de la mirada del espectador, en ‘Breaking Bad’ está es cautivada por la fuerza de la idea base del relato. El inicio del descenso es más suave, pero gradualmente la pendiente hace que todo se acelere. La forma de lectura de la serie es nítida. Solo hay dos opciones: aceptarla o rechazarla. Si se admite una recomendación, en este caso merece la pena aceptarla.

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