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‘Suspiria’ (2018), más es menos

Suspiria, de Luca Guadagnino, es una de las películas más esperadas del año y está inspirada en la obra maestra de terror de Dario Argento que lleva el mismo título.

Tras inaugurar la última edición del Festival de Sitges, este remake llega por fin a las salas de cine. Desde el primer pase en el festival, las opiniones han sido variadas: desde el amor incondicional hasta el rechazo. Sin duda es una película arriesgada en la que su director demuestra tener mano para moverse en el género del terror sobrenatural, en el que no todos los cineastas saben desenvolverse y, tanto si te gusta como si no, no te deja indiferente.

El hype acerca de Suspiria es enorme: ¿cómo será el remake de una de las películas cumbre del cine de terror italiano? Una película que, por cierto, no ha visto mucha gente y que gracias a este remake está siendo descubierta.

La obra original de Argento, realizada en el 77, es una de las cintas de terror más originales, seductoras y visualmente impactantes de la historia del cine de terror. Una auténtica experiencia sobrenatural, una especie de viaje en el tren de la bruja sin frenos ni cinturón de seguridad, en la que la lógica y la narrativa saltaban por los aires dinamitados por el virtuosismo de la puesta en escena del cineasta romano. Pura abstracción y cine de vanguardia para una propuesta por momentos experimental. Cine de autor en la que el guion y la historia quedan a un lado para centrarse en lo sensorial y lo cinemático.

La danza en "Suspria"

Huyendo del remake

Guadagnino y su guionista Dave Kajganich –afortunadamente- se alejan de la propuesta de Argento y despliegan un gran relato que va más allá que su original, con elementos básicos narrativos sobre una adolescente que ingresa en una prestigiosa escuela de danza en Alemania dirigida por unas brujas.

Situada en un contexto histórico concreto, lo simbólico y abstracto de la obra de Argento aquí se traduce en una historia que combina un gran realismo con fugas hacia lo onírico y lo pesadillesco. Una película ambiciosa y personal que curiosamente parece más setentera que su predecesora, gracias a los ecos de clásicos como El exorcista (1973), especialmente en toda la subtrama del doctor Joef Klempere; y de Amenaza en la sombra (1973) del recientemente fallecido Nichola Roeg, por el uso del montaje en sus secuencias oníricas.

Más es menos

La integración del elemento de la danza en la trama y temática de la historia es uno de los grandes aciertos de la película y se traduce en varias de las secuencias más brillantes y terroríficas de la cinta.

La danza se combina también con la feminidad, un tema ya presente en la obra de Argento que aquí es mucho más consciente.

También cabe destacar la excelente interpretación de Tilda Swinton  y la fantástica banda sonora compuesta por Thom Yorke, líder de la banda Radiohead, que nos regala maravillosos momentos como el arranque de la película.

En su contra, juegan su excesiva duración de dos horas y media, una moda a la que también se apunta Guadagnino y de la que se resiente debido a la acumulación de temas; su excesiva sobreexpliación narrativa con algunas subtramas que no acaban de encajar, y un final que roza -y en algunos momentos sobrepasa- el ridículo.

Menos es más y Suspiria ha querido ser lo máximo. Dejemos que pase el tiempo, porque es una de esas películas que aún es pronto para valorar.

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