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Tropico, de Lana Del Rey

La semana pasada me enamoré. Me enamoré de Tropico, de Lana del Rey y de la poesía de Allen Ginsberg.

Tropico snake

Todo el mundo conoce a Lana, su voz, su sensualidad, su melancolía y su sobriedad. Y si la amáis como yo y muchos otros, sabréis que hace escasos días ha estrenado un corto musical. La pieza se llama Tropico, y está escrita por Lana, protagonizada por ella misma y el modelo Shaun Ross, y dirigida por Anthony Mandler.

Hace tiempo que andábamos en ascuas después de que se publicara el teaser del vídeo, que podéis ver a continuación y que muestra lo mínimo de todas las situaciones que ella y su “Adán” viven en el corto, además de recitar unas líneas del poema Howl de Allen Ginsberg.

El corto es difícil de explicar, e incluso difícil de llegar a comprender del todo, es cierto, puesto que da una visión demasiado (quizás para el tipo de lector/espectador/consumidor de “cultura” de hoy) poética sobre la decadencia que está en la naturaleza del ser humano y de la sociedad. Pero sólo hay que intentarlo un poquito más, tratar de comprender el mensaje de las cosas es mucho más bonito y estimulante que quedarse en la superficie de éstas para juzgarlas.
Dicho esto, Tropico es como un previo de lo que será el próximo álbum de Lana Del Rey, al que ha decidido llamar “Ultraviolence” en honor a la genialísima película de Kubrick, La naranja mecánica. Y, además de ser un corto experimental, Tropico nos presenta tres nuevas canciones de la artista, que son Body Electric, Gods and Monsters y Bel Air. De este modo, el vídeo se divide también en tres actos. Pero antes de ponernos a explicar el qué, miradlo.

En el primer acto aparecen Jesucristo, Marilyn Monroe, Elvis y John Wayne como deidades, según los ojos de Lana Del Rey, y ella representa a Eva, que junto a su Adán albino, recorren el paraíso que se supone que les brinda la felicidad hasta que, como todos sabemos, ella muerde la manzana. Y todo se vuelve azul, oscuro, desnudo y del inframundo. Ella se convierte en una Eva mundana y lo mismo le ocurre a él.
Aquí es donde empieza la decadencia y, no voy a negarlo, mi parte favorita. Lana Del Rey recita fragmentos del poema I sing my body electric de Walt Whitman, mientras la vemos bailando para esos hombres junto a muchas otras chicas. Ella (o él) habla de la belleza. No de la idea de la belleza, sino de la belleza del ser humano y de la mujer. Y de su sensualidad, la inocencia de su piel y lo bonito que es el movimiento de sus caderas redondeadas. Pero también habla de cómo todo eso es parte de su alma, y de que esos hombres lo banalizan hasta reducirlo todo a los dos pilares por los que se rige el mundo; el sexo y el dinero. Y todo esto simplemente me fascina y me parte en dos. Y aquí empieza Gods and Monsters, proclamando “What I truly want is innocence lost” (lo que realmente quiero es la inocencia perdida). Me encanta.
Luego recita los versos de Allen Ginsberg para introducir el acto casi ascético que llevan a cabo; un robo en medio de un striptease. Como cuando muerde la manzana en el paraíso. Esa elección les lleva a su “paraíso perdido“, ese campo de colores tostados donde los dos van y se visten de blanco, mientras John Wayne desde el cielo les recita el Why I love America de John Mitchum. Y como dice Lana, “resurgen” y son distintos a como eran en el pasado. Y ascienden, metafórica y literalmente, mientras suena Bel Air.
Para mí este corto es una puerta abierta a la filosofía de vida y a la visión que Lana Del Rey tiene del mundo, que ya conocíamos por sus otras canciones, pero que ahora se nos ha proporcionado de un modo muy personal y melancólico. Obvio, no a todo el mundo le ha gustado este corto, pero por lo que a mí se refiere, digo ¡Dios bendiga a Lana y a los poetas! O que los bendiga John Wayne, como ella quiera.

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